¿Cómo se calcula la huella de carbono?
No es fácil calcular la huella de carbono; de hecho, Berners-Lee la llama la medida “esencial pero imposible”.
Pensemos, por ejemplo, en el coste personal de las emisiones de carbono al tomar un vuelo comercial. Por un lado, el cálculo es sencillo: se toma la cantidad de combustible que quema un avión y la cantidad de gases de efecto invernadero que se emiten en el transcurso de un vuelo y se divide por el número de pasajeros. Pero la huella es mayor en el caso de los pasajeros de primera y segunda clase, porque ocupan más espacio y porque su mayor coste crea un incentivo adicional para que el vuelo se lleve a cabo. Otras consideraciones son la cantidad de carga que lleva el avión y la altitud a la que vuela.
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Aun así, se trata de un cálculo relativamente sencillo si se compara con la evaluación de las emisiones implicadas en cada paso de, por ejemplo, la fabricación de un coche: las emisiones que tienen lugar en la planta de montaje, la generación de electricidad para alimentar esa planta, el transporte de todos los componentes, las fábricas en las que se fabrican los componentes, la creación de la maquinaria utilizada en esas fábricas y en la planta de montaje, etc., hasta llegar a la extracción de los minerales que son los componentes del coche.
Debido a la complejidad de estos cálculos, Berners-Lee admite que en estos casos “nunca es posible ser completamente preciso”. La buena noticia, argumenta, es que para la mayoría de los individuos, eso no importa. “Por lo general, basta con tener una idea general”, afirma.
Las medidas que una persona puede tomar para reducir al máximo su huella personal dependen, por supuesto, del tipo de estilo de vida que lleve actualmente, y las mismas acciones no son igual de eficaces para todos. Por ejemplo, cambiar a un coche eléctrico tendrá mucho más impacto, por ejemplo, en el estado de Vermont, donde más de la mitad de la electricidad del estado se genera con energía hidroeléctrica, que en Virginia Occidental, donde se genera casi totalmente con carbón. Berners-Lee señala que “para algunas personas, volar puede ser el 10% de su huella, para otras es cero, y para otras es una cifra tan grande que debería ser lo único en lo que deberían pensar”.
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Una cornucopia de calculadoras
Para ello, en los últimos años ha surgido en Internet una auténtica cornucopia de calculadoras de la huella de carbono personal. Introduciendo información sobre el uso de la energía en el hogar, el consumo de alimentos y los hábitos de viaje, por ejemplo, estas calculadoras pretenden ofrecerte una aproximación a la cantidad de gases de efecto invernadero que se emiten para mantener tu modo de vida. Esta calculadora de Nature Conservancy se centra en el uso de la energía en el hogar, el transporte, la dieta y las compras; ésta, de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, también tiene en cuenta el transporte y el uso de la energía, pero añade los residuos, en concreto, la cantidad que se recicla. También permite calcular cuánto se podría reducir la huella de carbono si se tomaran medidas como aislar la casa, conducir menos o adquirir un vehículo de menor consumo. Este programa muestra la cantidad de carbono que se consume al tomar dos hamburguesas grandes con queso al mes o al pasar dos noches en un hotel.
En España, el Ministerio para la Transición Ecológica “ha desarrollado una serie de herramientas para facilitar el cálculo de la huella de carbono de una organización y la estimación de las absorciones de dióxido de carbono que genera un proyecto de absorción”, según explican en su página web. Pero, al igual que ocurre en Estados Unidos, basta una simple búsqueda en Google para tener una oferta variada.
¿Son las huellas de carbono sólo propaganda de los combustibles fósiles?
Se ha afirmado que la primera calculadora de este tipo apareció en 2004 como parte de la campaña “Más allá del petróleo” del gigante petrolero BP, un hecho que hace que algunos observadores critiquen la presión para reducir las huellas de carbono personales como una “farsa” para “promover el sesgo de que el cambio climático no es culpa de un gigante petrolero, sino de los individuos”.
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“Hace unos años, Shell promovió un tuit en mi hilo que preguntaba: “¿Qué estás haciendo para reducir tu huella de carbono?””, recuerda Katharine Hayhoe, científica jefe de The Nature Conservancy y profesora de la Universidad Tecnológica de Texas (Estados Unidos). “Así que respondí con algo parecido a: ‘Ustedes son responsables del 2% de las emisiones mundiales, lo que equivale a todo el país de Canadá; cuando tengan un plan para deshacerse de ellas, estaré encantada de hablar con ustedes sobre mi huella de carbono personal’. Y ocultaron mi respuesta”.
“Es realmente importante que todos pensemos en lo que consumimos, ya sea pescado o muebles o aire acondicionado: de dónde viene, qué impacto tiene”, dice Kert Davies, director del Centro de Investigaciones Climáticas. “Pero la industria le dio la vuelta y lo convirtió en: ‘No es nuestra culpa, estás usando nuestro producto. Arregláoslas vosotros'”.
Eso es aún más atroz, argumenta, dado que la industria de los combustibles fósiles ha luchado directamente para limitar algunas de las medidas que suelen citarse como formas de que la gente reduzca su huella de carbono personal: normas de vehículos más eficientes en cuanto a combustible, o tecnología de energía limpia, por ejemplo.
“Si no fuera por las empresas de combustibles fósiles, ya estarías conduciendo un vehículo eléctrico, tu casa sería más eficiente para funcionar si la industria no hubiera bloqueado las soluciones y ocultado la verdad sobre la urgencia de abordar el cambio climático“, añade Davies.
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¿Tienen algún papel las calculadoras de la huella de carbono?
Hayhoe sostiene que el concepto de huella de carbono personal tiene otros problemas, entre ellos el hecho de que muchos de los medios propuestos para reducirla no están al alcance de quienes, por ejemplo, no tienen acceso al transporte público, no pueden permitirse el coste inicial de un coche eléctrico o una bomba de calor, o viven en desiertos alimentarios, donde es más difícil conseguir alimentos más sanos y de menor impacto, como verduras y cereales.
“El concepto de huella de carbono personal tiene un papel en los países de renta alta entre las personas de renta media-alta”, explica. “Hay un papel muy importante para la huella de carbono personal entre las personas más ricas del mundo. Pero tenemos que darnos cuenta de que es un concepto limitado: no se aplica a todo el mundo”.
Además, argumenta, actuar por nuestra cuenta es sólo una pequeña parte de lo que se requiere para afectar al cambio en un sistema que, a pesar de los mejores esfuerzos individuales, sigue dominado por la producción y el uso de combustibles fósiles.
“Yo diría que las calculadoras de la huella de carbono personal son una herramienta útil para evaluar el impacto de tus acciones inmediatas: dónde vives, adónde viajas, qué comes”, dice. “Pero lo que es mucho más importante que tu huella de carbono personal es tu sombra climática. ¿Dónde guardas tu dinero? ¿Cómo votas? ¿Qué pasa con las empresas con las que trabajas, o la universidad de la que formas parte, o el gimnasio del que eres miembro: qué están haciendo, y cómo podrías abogar por el cambio?
“Así que, en pocas palabras, cuando la gente me pregunta qué debería hacer, les digo: haz algo, lo que sea, pero luego habla de ello. La única manera de llevar la huella de carbono de todos los habitantes de los países ricos a donde debe estar para un planeta sostenible es cambiar el sistema, y para cambiar el sistema tenemos que usar nuestra voz”.
Tomado de: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/que-es-y-como-medir-tu-huella-de-carbono